Wednesday, March 4, 2009

Cap 2- Reino de Siam (Tailandia)



Uno de los pocos reinos de esta parte del globo que se mantuvo independiente del Imperio Británico y Francés, el antiguo Reino de Siam, hoy Tailandia, que al igual que Malasia es una monarquía parlamentaria, es un país sacado propiamente de una película de piratas.



El Infierno- Hat Yai- En medio de la noche, con una idioma que ni siquiera el alfabeto es el mismo que el nuestro, y perdidos en la estación de tren de una ciudad que teníamos una vaga idea de donde estaba, en vez de hacer noche decidimos seguir viaje. Es así que luego de regatear el precio del Tuk Tuk, mezcla de taxi y sulqui, muy común en Tailandia, caímos en una especie de terminal de ómnibus donde nos tomamos una camioneta que nos estuvo torturando durante 5 horas con karaoke thai. Nuestro destino era Krabi.


El Purgatorio- Krabi- Esta ciudad, junto con Phuket, es la puerta de entrada a las islas que están sobre la costa oeste de Tailandia, las que fueron afectadas por el tsunami. Pasamos la noche ahí y al otro día, esta vez regateando el precio del “rru” o long tail boat, bote típico del lugar, lindísimo, de madera y con una motor 4 cilindros de auto que le hace de motor fuera de borda encaramos para Ton Sai…..el primer escalón en el paraíso.


El Paraíso- Las Islas, o Koh en Thai.
Ton Sai, casa del “flower power” asiático.
El primer destino paradisíaco fue Ton Sai, que en realidad no es una isla pero la única forma de llegar es por bote. Punto de encuentro de escaladores de todo el mundo es una playa muy relajada con bares hechos de madera y cañas de bambú que caen sobre la playa, lleno de terrazas y adornos típicos de la mitología thai, muy hippie, donde junto a Siva y Visnú, deidades thai, están El loco Bob y Jimi Hendrix.

Flanqueando esta playa esta Ridley Beach a la cual se llega nadando o cruzando la jungla. Es así que el primer día que fuimos para esta playa nos agarró la noche y decidimos de todas formas volver nadando, lo que no calculamos es que la marea había bajado lo suficiente como para dejar todo el coral y las rocas en la superficie. Si bien al principio fue increíble nadar en ese lugar con todas las nautilucas (plancton que al agitar el agua de noche se pone fosforescente) brillando alrededor nuestro, el coral y las piedras nos dejaron unos buenos tajos de recuerdo. A la noche generalmente comíamos en un lugar donde un thai tocaba flamenco, nada que envidiarle a los “Flamenco Masters” españoles, de las manos una orgia de notas y acordes dejaba a todo el mundo con la boca abierta. A veces éramos los últimos en irnos y se transformaba en un concierto privado.

El resto de las noches la pasábamos en los bares de la playa donde tocaban bandas, habían shows de malabaristas con fuego y tomábamos “buckets” como mamaderas, trago popular del lugar que básicamente es un balde arenero con una mezcla tóxica de bebidas blancas. Durante el día o nos íbamos a las playas de al lado que se llega como bien dije antes nadando o atravesando cuevas para las que están mas lejos, o alquilábamos kayaks para recorrer las islas que se ven a lo lejos desde la costa, islas con playas increíbles de arena blanca, agua turquesa y terribles pedazos de roca que salen del mar. Un par de chozas hechas de caña de bambú en el medio de la selva eran nuestro “hotel”, el baño tenía un estilo muy minimalista; un espejo redondo de plástico para afeitarse, una canilla al ras del piso y en el medio el inodoro pelado con un balde que cumplía el papel de cadena, un par de veces compartimos el baño con un mono que venía a visitarnos, el muy sucio nunca tiraba la cadena!
Después de regatear el bote navegamos hasta la próxima isla en el itinerario trazado al azar, Koh Phi Phi.

Koh Phi Phi y la invasión escandinava.
Deben haber oído de estas islas alguna vez, una de las más populares de Tailandia y donde se filmó la película La Playa. Buen en fin, hay dos islas principales Phi Phi Leh, la de la película que es un parque nacional y no hay nada construido, solo se puede ir a pasar el día, y Phi Phi Don, que es donde esta el pueblo y donde todos los turistas hacen base.

El pueblo, invadido por suecos como si estuviesen colonizando esta isla, esta armado básicamente para la joda. Muchos bares en la playa, muchas barras en la calle, música por todos lados, restaurantes, no duerme una noche, no se distinguen los días, son todos sábados.


La clásica postal de Koh Phi Phi de noche es la clásica gorda caderas con delay europea balanceándose de lado a lado por la calle con una botella o “bucket” en la mano colgada de un alma caritativa que la mantiene en pie o el clásico inglés rapado descontrolado gritando fuerte y a punto de comerse un shemale, o en criollo, un traba. Aunque debo confesar que si bien esta es la postal mas graciosa, las calles de Phi Phi son una pasarela de modelos también. Demasiado glamour y producción en las mujeres para estar en una isla perdida en oriente. Definitivamente el momento más glorioso de la noche acá fue cuando descorchamos el Fernet Branca cortesía de Vicky, prima de Agus, y en la playa bajo las estrellas y música de fondo lo besamos hasta ver su verde fondo vacío.




Nunca te voy a olvidar Branca, esperame con Coca y unas rocas en Buenos Aires!! Para que se den una idea, las noches acá es como un viaje de egresados en el culo del mundo y en vez de colegios del interior que quieren cagar a trompadas a los porteños, tenés gente de todo el mundo que hacen causa común para romperse la cabeza solos. Durante el día no se puede dejar de hacer el paseo por las islas que están alrededor, es así que montados otra vez al long tail boat nos mandamos otra vez a mar abierto para ir por el momento a las playas más paradisíacas que estuve en mi vida.

La primer parada fue en Maya Bay, la de la película, la verdad que es increíble, les aseguro que en la película no usaron fotoshop ni nada de eso, no tiene desperdicio. Un poco de snorkeling, almuerzo y seguir viaje a la parte trasera de la isla. En el camino encontramos una especie de aldea muy chica que para llegar hay que subir por una escalera de bambú que termina en el mar.


Al pie de esta aldea hay un precipicio de unos 15 metros que cae al mar, y la tentación fue mas que el miedo. Recomendación; no pensarlo, saltar, relajarse y no despatarrarse, aún así la mandíbula me quedo media mocha del golpe con el agua. Recorriendo un poco mas la isla llegamos a una bahía muy escondida que sin duda por el color del agua, la selva, la inmensidad de las montañas que la mantienen oculta y por su clandestinidad de los turistas, la hacen el paisaje mas increíble que vi en mi vida. Seguimos el periplo hacia el “sharkpoint” para hacer snorkel; es un arrecife de corales donde de vez en cuando se pueden ver tiburones. Si bien ese día no vimos ninguno, el día anterior nos habíamos dado el gusto de haber nadado con tiburones en ese mismo lugar.



La verdad a simple vista meten miedo, pero después te das cuenta que ellos le tienen mas miedo al hombre que nosotros a ellos, por algo será no? Para rematar la tarde fuimos a Bamboo island, más isla paradisíaca, y luego Monkey Beach. En el camino de vuelta nos frenamos unos minutos en el mar abierto para disfrutar en silencio un atardecer increíble y pegarse un último chapuzón casi de noche. Día completo. Nuestro último día en Phi Phi lo dedicamos a escalar con Edu, Chilu y Vicky. La única experiencia que tenía en la materia hasta ese momento era haber escalado en la palestra, pared artificial, en Nueva Zelanda, pero solo hasta ocho metros de altura.


Esto era totalmente distinto. Paredes reales hasta de treinta metros, donde uno mismo tenía que colocar la soga de seguridad, hacer nudos y chequear arneses y clicks. Acá dependía todo, tu seguridad, la seguridad de tus amigos, de tus nudos, de cómo colocabas la soga de seguridad, es una experiencia increíble. Estar colgado a treinta metros, manteniendo el equilibrio con un brazo o una pierna en una pared con bordes filosos, miras para atrás y ves como los barcos quedan reducidos a miniaturas flotando en la bahía sobre un mar turquesa oscurecido solo donde en el fondo hay coral o roca. Definitivamente es algo que quiero seguir haciendo cuando vuelva y que voy a intentar nuevamente por estos pagos.
Así poco a poco se fue escurriendo el tiempo en Phi Phi islands y nos alistamos para saltar la península y pasar a la Tailandia insular del este, era el turno de Koh Tao.

Koh Tao y Jacqes Cousteau
Esta isla es la Meca de los buceadores deportivos. Siguiendo el ejemplo del padre de esta disciplina, Cousteau, hicimos el curso de cuatro días a puro trapo, con clases teóricas, prácticas y hasta exámenes!! Después de tanto tiempo!! El toque de distinción se lo da por supuesto el lugar. Ahí abajo, a veinte metros de profundidad, es un mundo subreal, colores tenidos por la luz alterada por el agua, cuevas, bichos raros, silencio. La verdad muy bueno, y finalmente después de años me dieron ese maldito carnet que me permite hacer buceo libre sin ningún instructor que me lleve de la mano. El tiempo libre en Koh Tao fue de relax, mucho libro, mucho ocio y de ponerme al día con “Lost” antes de marchar para el próximo destino, casa de la Full Moon Party, Koh Pha Ngan.

Koh Pha Ngan, en cuarto creciente


Como siempre en barco encaramos para la isla de al lado, famosa por ser la Ibiza de Tailandia y su Full Moon Party. En el barco conocimos al tridente cordobés; La Virgi, La Agos y La Pupi, tres cordobesas de diez. Conseguimos unas cabañas que no solo tenían pileta, sino que también en esa pileta cada tres días se hacía la también famosa Pool Party, a pasitos de casa.



Un día se nos ocurrió alquilar motos, seis, era obvio que nos la íbamos a dar y que los thai nos la iban a dar con el arreglo. Agos y Maxi se llevaron un hermoso tatoo de las rutas tailandesas y yo me llevé una experiencia única de tira y afloje para bajar el precio del arreglo. Mas allá de eso la pasamos muy bien, con mi copiloto, Virgi, una poetiza hermosa, quien fue mi compañera durante toda la travesía por la isla y la vuelta de noche. Creo que lo mejor de las fiestas eran las previas, a puro rock nacional, cumbias y tangos, cortesía del maestro tanguero Edu, reemplazando muy tristemente el Fernet con vodka con Sprite y cerveza Chan, cerveza local. El cuarteto y la cumbia a cargo de la tropa cordobesa con DJ Maxi en las bandejas y las tres cinturas del tridente haciendo estragos en el zaguán de la cabaña. Cami, nuestra representante uruguaya completaba el auténtico latinaje tan extrañado y la Chilu como siempre presente no se quedaba atrás. Del zaguán a calzarse las mallas y con trago en mano directo a la pileta. Después la noche por si misma puede contar el resto.



Para la época que fuimos no llegamos a la Full Moon Party, de todas formas estaba la Half Moon Party, a la cual tampoco fuimos porque es un “cazabobos” de turistas. La fiesta es en el medio de la selva, te llevan por unos mangos, pero el tema es volver. A las seis de la mañana, ebrio, la mafia del tuk tuk pasa precios absurdos para volver, y estando en el medio de la selva no queda otra. Y lo segundo es que no deja de ser una fiesta electrónica más, y la verdad que los que me conocen saben que no soy muy consumidor de esas fiestas, por eso optamos quedarnos en la pileta, tomando tranquilos, después buscar alguna que otra banda en vivo, que las hay y muy buenas en Tailandia, y disfrutar de la música real. Pero al que le gusta la música electrónica es muy recomendable, y la atmósfera es muy divertida.
Después de despedir a Vir y las cordo pasamos uno día más en la isla y encaramos para la ciudad capital, Bangkok.