Saturday, December 12, 2009

La mére et á Paris

Mi viaje por París empezó hace mucho tiempo, hace muchos años atrás.


Notre Dame

Me acuerdo de estar sentado en la falda de la más hermosa de las mujeres, esa que ves por primera vez cuando venís al mundo. Con una mano hacía equilibrio para no caerme, con la otra sostenía un lego, recién traído de un lugar muy lejos, tan lejos que había que tomarse un avión para llegar. Del otro lado de la mesa estaba mi Viejo, ese tipo alto, con mirada levantada y el cual me mostraba cosas que nunca había visto en mi corta vida, la autoridad de la casa, el capitán más cruel cuando jugábamos a los piratas y el espadachín más hábil cuando jugábamos con las espadas de papel con mí hermano. Relataba sus aventuras de este lugar con castillos, barcos y gárgolas. De vez en cuando se mechaba algún que otro nombre, Toledo, Niza, Barcelona, Viena, Firenze, Paris….

El lema de la Revolución


En mi cabeza quedó resonando este lugar, cuando de repente la falda en la que hacía equilibrio se movió, y vi la cara de fascinación de Mamá al mencionarlo. Escuchaba palabras como el Panteón, Tullerias, Llamps Elise, que después al crecer me entere que era francés, que no tiene nada que ver con champiñones, y que se escribe Champs Elysees, y una torre, aparentemente muy famosa.


La conversación siguió, mis ojos como mis orejas se abrían cuando escuchaba las historias de esta tierra regada de historia. Y mi imaginación voló aun mas lejos cuando le toco el turno a las fotos, o mejor dicho diapositivas, estábamos a fines de los ochenta, y usábamos tecnología de punta. Entre las diapositivas había imágenes de todo lo que mencioné anteriormente, y hasta había fotos donde en el fondo se podía ver mujeres en pelotas en la playa, pensé que la gente no tenía suficiente plata para comprarse una malla entera en estos lugares. Pero entre las fotos había una en particular que me llamaba la atención. Una mina joven, en ese momento de pelo negro, con shorts y una boina rosa calada a lo 14 de julio, día de la revolución. Estaba sentada de brazos cruzados sobre las rodillas y con la mirada en el infinito, con una expresión de paz total, de serenidad, como si todo estuviese simplemente perfecto. No tarde mucho en clavar mi mirada sobre mi cabeza para ver a la misma mujer y la misma expresión. Y la abracé, fuerte. Quería estar en el lugar donde estaba ella en su cabeza, en ese lugar de paz y tranquilidad, en ese lugar perfecto.




Pasaron años hasta darme cuenta que ese era el Jardín de las Tullerias, París, ¿el lugar en su cabeza? tal vez donde esté ahora. Después de haber pasado por París, podría decir que es la puerta de entrada ideal para ese lugar perfecto. Y como siempre digo, lo que más recuerdo de los lugares, son las personas, y París fueron esos dos días paseando con Mamá por sus calles, parques y monumentos, tomando cafés, gastando suela, admirados por algunas cosas y desmitificando otras.
Museos, galerías y demás será para la próxima, esta vez sólo quería caminar la ciudad y tirarme debajo de ese enorme gigante de metal que parte el cielo de París en dos y que Mamá tanto amaba, para tomarme él café con ella, un café que nos debíamos.




Fue un paso rápido, pero obligado. Y justamente fue rápido porque estoy seguro de que voy a volver.
No sé si tengo que escribir algo más de París, lo más importante esta dicho.

Wednesday, December 2, 2009

Donostia (San Sebastián)

MI paso por el país Vasco no tuvo nada que ver con festivales de cine ni cejas anchas (no son exclusivas de los gallegos, tierra de exquisitos pulpos), tuvo que ver más bien con el surf y con meterme más en lo que es Euskadi, o país Vasco. Tuve la suerte de llegar en plenas festividades, así que mucha fiesta local, bailes, alcohol y gaitas.


Caminando entre las calles de Donostia, en plena celebración, mis amigos y guías, Maider y Adrián, me fueron mostrando la ciudad, costumbres y me contaron que es ser vasco.


Estando ahí uno entiende el reclamo de los vascos. Es realmente como si fuese otro país, ni siquiera el idioma se parece. De hecho dicen que el euskera viene de algún tipo de celta, nada más lejos de las lenguas latinas, o romance. Pero buen, es un tema medio delicado para tocar en este medio. Como simple observador puedo decir que realmente es una cultura con identidad propia, pero no son ni los primeros ni los últimos en ser absorbidos por un poder más grande. La historia y la geopolítica muchas veces son enemigas de las identidades. O aliadas. De todas formas, como observador externo, y sin compromiso con ninguna región de España, voy a tener el atrevimiento de hacer una crítica respecto a un tema delicado en este país, el tema de las autonomías. Los catalanes se quejan porque dicen que mantienen al resto del país, pero los vascos dicen lo mismo, y los gallegos también, los castellanos tienen el centro de poder, lo que es sumamente importante, los cantábricos tienen la pesca, “que alimenta a España”, las Baleares tienen a Ibiza….. que Ibiza es Ibiza y listo, Asturias tiene uno de los premios más importantes del mundo y el principal título al heredero de la Corona. Eso sí!! Todo el mundo le da con un palo a los andaluces, “vagos, gitanos, en tierras moriscas que tocan la guitarra todo el día”, pero irónicamente Andalucía es cuna de una de las marcas registradas de España en el mundo, el flamenco. Aparte tienen ese acento que se comen toda la eses, que me encanta. Sin querer discriminar a Murcia, Extremadura, Valencia, La Rioja, no la del Carlos!! y la histórica Aragón, yo diría que con todas sus diferencias, España es un popurrí que se complementa de una manera increíble, en un pasado a la fuerza, pero que hoy por hoy hacen en su conjunto un país de puta madre, lindo, especial, con identidad propia compuesta por un grupo de identidades diferentes. Mi identificación con este país es clara, es casi como estar en casa, pero no soy español, soy argentino, y por eso mi opinión es la de un observador que estuvo de paso por este hermoso país y con el cuál sentí un lazo bastante particular.



Cambio de tema. Después de mi recorrido por la ciudad y su cultura, como si mi Vieja me las hubiese mandado, vino un “swell” (serie de olas) increíble. Sin perder tiempo me fui a alquilar una tabla. El presupuesto no daba para tabla y traje de neoprene, una de dos. Dado que estábamos a finales de septiembre hubiese estado bueno tener un traje también, pero buen, obviamente fue la tabla. Esto me obligó a quedarme en el agua hasta el punto del calambre, salir, como pude, echarme un rato al sol como pollo descongelándose, recuperar mi color habitual, pasando del violeta al piel, y hacer una nueva ronda. Así pasó esa tarde increíble de surf en el país vasco. Salí del agua cuando mis músculos no respondían más, excepto por uno, el del maxilar que me dibujaba una sonrisa de punta a punta.


Mi paso por Donostia llegaba a su fin. Después de despedirme de mis anfitriones, Maider y Adrián, dos genios, me fui en busca de mi apellido, vasco, vasco francés. Del otro lado de la frontera, casi desdibujada, me esperaba Biarritz.