Friday, March 26, 2010

Berlin, la capital del siglo XX

En algunos lugares vale la pena hablar de la experiencia propia, poniéndose a uno mismo como protagonista, pero en otros lugares es mejor ser sólo un espectador, un testigo privilegiado de la genialidad de estos lugares, es el caso de Berlín.



Esta ciudad, a mi criterio, es La ciudad del siglo XX. Todo lo que moldeó al siglo pasado en cierta forma marcó a Berlín, y Berlín fue parte de casi todos los grandes acontecimientos del siglo XX. Recorriendo la ciudad y viendo fotos de la misma antes de la Segunda Guerra, uno se puede dar una idea de lo que esta era antes del 45.



Nada que envidiarle a París o cualquier otra gran metrópoli. Berlín fue uno de los centros neurálgicos donde se impartió ordenes que llevarían a la Gran Guerra y el posterior derrumbe de los imperios. Fue la ciudad dónde se consagró el nazismo como fuerza de gobierno y que trajo como consecuencia la Segunda Guerra, y a modo de corolario, fue la ciudad iconográfica de la división entre comunismo y Occidente durante casi cincuenta años. La historia viva pasó por Berlín y cantidades de historias particulares hoy están esparcidas por toda la ciudad. Es un monumento vivo de la genialidad y la destructividad del hombre.



Una vez fue pensada como una ciudad armónica, pero las circunstancias políticas dejaron su legado en la arquitectura y personalidad de esta ciudad. Partida en cuatro después de la guerra, finalmente en dos, separadas por no más de 100 metros, dos berlines se reencontraron en los 90´, dos ciudades distintas en un mismo suelo.



Es difícil definirla, es distinta a todas; salís a la calle y te encontrás con un monoblock, un clásico del comunismo, atravesas un par de calles flanquedas por muros cubiertos de graffitis de todo tipo hasta encontrarte con un edificio de más de 70 años ¿Cómo te das cuenta? Por los agujeros de bala en las fachadas. Algunas joyas de la arquitectura neo clásica aún se mantienen en pie y le permiten a uno ver lo linda que fue la ciudad en su cenit mientras te lamentas cuando encontrás grandes baldíos o plazas con alguna foto del edificio que ocupaba ese lugar. No es raro que mientras uno camine por la ciudad cruce o lo haga paralelo a una línea de adoquines que se extiende por toda la ciudad con la leyenda “Berliner mauer”, indicando la traza del muro de Berlín.



Sacando la arquitectura, es una ciudad multicultural y multiétnica, como una amiga la definió una vez: “trash”. Pareciera como si cada tribu urbana defina su territorio con los graffittis que le dan color a la ciudad. Desde iglesias abandonadas en ruinas hasta el nuevo Reichstag, la casa del parlamento, con una impresionante cúpula vidriada, se mezclan en esta ciudad, que con cada paso te lleva a un punto distinto de la historia. Te cruzas con gente distinta todo el tiempo, turcos, europeos del este, africanos y por supuesto, alemanes, que a veces parecen turistas en su propia ciudad de la cantidad de inmigrantes que hay.



Berlín es una ciudad para caminarla de punta a punta, de oriente a occidente y de siglo a siglo. Refleja el mea culpa del pueblo alemán respecto al genocidio, el sufrimiento de aquellos que quedaron detrás del muro y al mismo tiempo la nostalgia de algunos por aquella DDR comunista. Una ciudad que durante algún tiempo siente la obligación de ocultar las estatuas de sus líderes como Bismark entre los árboles del Tiergarten, los jardines de la ciudad, por el estigma que carga el pueblo alemán heredado de sus abuelos, que hace que palabras como nacionalismo sea tabú, una especie de ofensa al mundo.




Pero principalmente en Berlín se puede ver la grandeza de una nación, esa que viene directamente de su gente, de un pueblo que levantó a un país de las ruinas y en menos de 50 años lo convirtió nuevamente en potencia mundial.
Para conocer Alemania uno tiene que pasar inevitablemente por Berlín.

Monday, February 15, 2010

Mannheim, Coti, Boris, teatro y vino.

¿Porqué entre todas las ciudades lindas que tiene Alemania elegí ésta? Después de todo es una ciudad industrial, nivelada durante la segunda guerra, mucho no hay. Vine a cumplir una promesa que había hecho hace más de seis años. Y valió la pena. Constance, Coti para mí, es una amiga que estuvo viviendo en la Argentina durante todo el 2003. Una mina increíblemente inteligente pero por sobre todas las cosas una persona de diez. Habla castellano perfecto, así que espero que esté leyendo este posteo.

Coti y yo
Como en Alemania no hay red de buses de larga distancia, y el tren no es barato, me incliné por la alternativa; gente que viaja de una ciudad a otra y busca gente para compartir gastos, perfecto!! Coti me esperaba a las 12 de la noche en la estación central de Mannheim, no necesitamos ni dos minutos para ponernos al tanto, fue casi como si el tiempo no hubiese pasado. Al otro día Boris, su marido y un gran amigo, nos delito con un asado bien completo, a lo criollo!! Después de haber recorrido un poco la ciudad, Coti y Boris me inculcaron un poco de cultura teutona. Primero me llevaron a la opera. Después de casi dos años sin ponerme un traje, finalmente me lookearon para ir a ver a Don Giovanni de Mozart en un teatro para no más de 300 personas, del siglo XVII y como si fuera poco, en la noche de estreno!! Increíble.


A la salida del teatro y después de atravesar unos jardines del palacio donde estaba el teatro que te hacían sentir de la corte del rey, fuimos a comer, y beber, a una destilería de cerveza. El servicio de mesa impecable, una señora tamaño tanque que te obligaba a tomar cerveza, si le decías “paso esta ronda” te miraba mal y pedía explicaciones, claro, estaban calentando los motores para el Oktoberfest.


Al otro día Coti me llevó a Heidelberg ciudad, o mejor dicho pueblo, dónde la democracia alemana tuvo sus raíces en el siglo XIX, luego interrumpida por un tiempo, y bastión de los universitarios de ciencias políticas. Un pueblo increíble, muuuy lindo, medieval, con castillos y lleno de ferias y festivales, mucha cerveza y salchichas.

Heilberg, cuna de la democracia alemana

Día siguiente, ya con Boris incorporado al equipo, me llevaron a recorrer la zona viniticola de Alemania, cerca de donde viven los chicos, y donde todos los fines de semana los pueblos se alternan para ser anfitriones de las fiestas viniticolas. Lo bueno de estas es que no son en el pueblo, sino en los viñedos mismos. Montan chiringuitos para degustación de vinos, puestos para comer algo, donde nos clavamos unas bondiolitas que no tenían nada que envidiarle a las de costanera, seguido de una sopa de cebolla y papa increíble, bien alemana. Servían hasta langostas en el medio de los viñedos!! Nos agarró la noche y para rematar nos comimos un…. No me acuerdo el nombre, pero era de manzana y estaba bárbaro, no era strudel. En definitiva, si vienen por estos pagos, no se pueden perder estas fiestas, son muy buenas y se vive el verdadero espíritu alemán.

Viñedos


Era hora de seguir viaje, pero no sin antes comer otro de los asados de Boris! Me fui una mañana, los chicos se iban a trabajar, le deseé suerte a Boris que tenía una reunión importante, le di un fuerte abrazo y después abracé a Coti tan fuerte como para que se guarde ese abrazo por todo el tiempo que iba a pasar hasta la próxima vez, que espero sea pronto. Caminé sin mirar atrás, porque a esta altura ya había aprendido que las despedidas se pueden hacer largas y tristes, así que preferí ya pensar en el reencuentro, ya sea en Buenos Aires o en Mannheim. Gracias por todo Coti y Boris!!! Son dos genios!!

Thursday, February 4, 2010

Hamburgo......mmm hamburguesa

El cruce de Holanda a Alemania fue un poco complicado. La forma más barata de hacerlo era Eurolines, la línea de bondis europea, que si bien es lo más barato, sigue siendo caro. La cuestión es que en la frontera nos pidieron pasaporte, y no sé como fue bien el tema, creo que por papeles, dejaron detenida a una mujer musulmana. Entre gritos, la separación con la familia, etc, nos agarró la noche.


Finalmente llegué a Hamburgo, ciudad donde me esperaba Dani, una de mis amigas alemanas. La noche viene así; llegué a las once de la noche, Dani ya estaba media entonada ya que estaba haciendo una fiesta en su casa. Una genia, aún así me fue a buscar a la estación de bus. Yendo para su depto, en el subte, de repente una chica de un grupito de punks me dice: “Fernando!!” ¿qué? ¿vos de de dónde me conoces?. Resulta que Dani, en sus años de adolescente rebelde había sido punk, y si bien ya no lo era, los amigos nunca se pierden. Muy buena onda los pibes, iban escribiendo grafitis en las estaciones, pateando tachos, muy al espíritu rebelde punk. Estuvimos un rato en la casa de Dani y después me llevaron al Reeperbahn, barrio que tiene una de las escenas nocturnas más grandes de Europa.


Un poco de historia. Hamburgo es el segundo puerto más grande de Europa después de Rotterdam, es una ciudad que durante mucho tiempo giró en torno al puerto. Puerto grande, muchos barcos, muchos marineros, muchos burdeles. Como estamos en el siglo XXI donde lo bajo es glamoroso y lo glamoroso muchas veces termina siendo grasa, todos estos burdeles terminaron convirtiéndose en discos top, bares y algunos simplemente siguen siendo burdeles más sofisticados. Los marineros de los buques hoy por hoy son todos filipinos y no se van de putas.


Fiel a sus raíces, Dani me llevó a una disco de rock and roll y punk, disco por donde habían pasado Sex Pistols, Ramones, Goo Goo Dolls y demás iconos punks. Buenísimo, pude respirar una verdadera atmósfera punk. La noche, no sé como, terminó en un karaoke cantando Led Zeppelin.


Estuve como una semana con Dani, que me paseó por toda la ciudad, sus parques y fuimos hasta Kiel, ciudad que queda en el mar Báltico bien al norte. A Dani la conocí en Tailandia, en Chiang Mai, y habíamos recorrido parte de Laos juntos, Luang Prabang, la verdad, una de esas personas que te querés traer para Argentina. Fuimos al “sunset spot” de Hamburgo, una playita por la que ves todos los buques entrando al puerto y el sol poniéndose atrás, donde la Airbus tiene su planta de prueba. Mucha onda, a pesar de que está lejísimos de ser una playa paradisíaca, los chiringuitos y la gente le dan mucha onda.



Me despido de Dani, aunque no sería una despedida definitiva, y encaro para el sur, destino Mannheim.

Wednesday, January 13, 2010

Ámsterdam

Siempre digo que la apreciación de un lugar es muy subjetiva y siempre tiene que ver con las personas que uno comparte ese lugar y con las experiencias que vive. Ámsterdam para mí estuvo marcada por dos cosas: Bettie, una pendeja que vale oro, con mucha chispa, de esas personas que con sólo tenerlas al lado te hacen feliz. Y la segunda fue mi flash back a la facu. Resulta que Bettie está en el primer año de la facultad de antropología, y si bien durante el día me iba a recorrer la ciudad, a la tarde la iba a buscar con su bici a la facu, ahí me entraban ganas de volver a las aulas, mas en ese lugar. La Universidad de Ámsterdam, del siglo XVII, con su edificio y su estilo medieval hace pensar a uno que viajo en el tiempo. El último día cuando la pase a buscar, nos fuimos con ella y sus compañeros de curso a tomar unas birras al bar de la facu, porque tiene tanta onda, que todos los días de la semana hay una reunión/fiesta de cada carrera, en este caso era el día de la facu de Antropología y Ciencias Sociales, a mi juego me llamaron. Tal vez mucha gente piense que no es buena idea tener un pub en la facu, les aseguro que todo lo contrario. Que mejor lugar que un pub con unas birras, a veces muchas más que unas, de por medio. Las ideas fluyen por todos lados, la gente debate abiertamente, sin inhibiciones, como en la más perfecta de las democracias. Acá pude soltar un poco la lengua y aprender a ver cómo ve el mundo un estudiante europeo. Bettie me presentó mucha gente, algunos con la cabeza cerrada, otros con la cabeza abierta, a veces tan abierta que pecan de utópicos e idealista, y con mucha curiosidad por saber cuáles eran mis ideas y percepciones. Bet El escavio fluía, las ideas se iban deformando y se convertían en delirios, pero de entre todo eso se saca muy buenas cosas. El pub se llena, se mezcla lo académico con el sex appeal, las teorías y paradigmas se rompen por alguna indirecta que exalta el líbido de la concurrencia, se mechan los temas dejando lugar a que el desarrollo de la noche haga su jugada, que el tiempo sea el juez. El tema es que tiempos se manejan en un ámbito así. Cuando estábamos saciados de debates, coqueteos y tragos, Bettie me llevó de putas. Ah!! Perdón, aclaro, en Ámsterdam irse de putas es simplemente caminar por el Red Light District, o zona roja, donde aparte de los canalitos, árboles y casas increíbles, está lleno de vitrinas que exponen toda la carne al asador. Putas de todos colores, etnia y religión. Es uno de los paseos típicos de Ámsterdam. Si no puede encontrarlo, solo siga ese aroma tan particular de Ámsterdam, ese olorcito picanton para el olfato, tulipanes?? Claro que no, no es época, me refiero a la hoja de cinco puntas. No sólo putas en vidriera a lo casa de ropa Etam se encuentra en esta ciudad semi acuática, sino también bares para fumar por todos lados, especialmente en este barrio. Siempre me acordaba de las despedidas que tuve de gente que estaba seguro iba a ver otra vez, ya sea ustedes en Argentina, o mis amigos europeos en Asia. Pero no me acordaba lo difícil que es una despedida con alguien que querés, y sabés que tal vez no la veas nunca más, y que si la ves otra vez seguramente sea por corto tiempo. Así fue mi despedida con Bettie, ese abrazo, ese beso de despedida fue creo uno de los más duros. Lo bueno de este lugar, es que a pesar de lo lindo que es, uno disfruta de las cosas simples, como andar en bicicleta. Con Bet, no necesitábamos hacer un tour a la Casa Orange de la Reina Mater blablabla, nos conformamos yirando en la ciudad conmigo al volante y ella sentada en el carrito de atrás con las dos piernas colgando del mismo lado, como una señorita, en la clásica bicicleta estilo inglés. En un flashback a la infancia, jugábamos a romper records yendo de un lugar a otro, comiéndonos las puteadas de los automovilistas y tranvías por cruzar semáforos en rojos, y después simplemente echarnos en uno de los verdes parques de la ciudad de la triple equis. Ámsterdam es una joya, al igual que su gente y los recuerdos que me llevo de ella.

Rotterdam y Den Haag (La Haya)

La única razón por la cual Rotterdam se me cruzó en mi camino fue Lucas, mi amigo pelado de toda la vida.

Si bien como ciudad no dice mucho, es una ciudad moderna, ya que la vieja Rotterdam fue nivelada a cero durante la guerra por ser el puerto más importante de Europa, hay ciertas cosas que la hacen interesante, como los parques. De todas formas mi paso por aquí careció de tinte turístico, me concentre mas en disfrutar de mi amigo y divagar, planeando nuestros próximos viajes para el futuro, con un Lucas que esta mas flasheado que nunca. Fue lindo verlo de vuelta y disfrutar de su compañía.
De todas formas la cosa no murió acá. El pelao me llevo a pasear por Den Haag, o más conocido por nosotros como La Haya, ciudad donde se encuentra la sede de gobierno y justicia de este país. Es una ciudad “pintoresca”, con un aire de monarquía pero muy, muy austera, nada que ver con la vieja que esta en Buckingham. Pase por la casa de la que nuestras abuelas llaman “nuestra princesa”.

Con el pelado y dos amigas de él nos alquilamos un velerito y nos fuimos a pasear por los lagos de la ciudad. Bueno, en realidad a mí que me gusta meter algún que otro palo, esta vez no puedo decir nada. No solo todo me pareció muy ordenado y prolijo, sino que me pareció autentico y respetuoso. Los holandeses, a pesar de que tengan guita y sean tipos cultos, son muy humildes y respetuosos. La verdad me cayeron bien, me dieron buena espina.


Sin embargo el reencuentro con Lucas fue lo que más me movió. La última vez que lo vi al pelao fue en julio del 2008 cuando trabajamos juntos en la montaña en Nueva Zelanda. Me moría de ganas de verlo, y tuve que apurarme para llegar porque se fue a trabajar a Argentina unos meses. Quería agarrarlo antes que se vuelva. Gracias por esos días Luqui!!

Saturday, December 12, 2009

La mére et á Paris

Mi viaje por París empezó hace mucho tiempo, hace muchos años atrás.


Notre Dame

Me acuerdo de estar sentado en la falda de la más hermosa de las mujeres, esa que ves por primera vez cuando venís al mundo. Con una mano hacía equilibrio para no caerme, con la otra sostenía un lego, recién traído de un lugar muy lejos, tan lejos que había que tomarse un avión para llegar. Del otro lado de la mesa estaba mi Viejo, ese tipo alto, con mirada levantada y el cual me mostraba cosas que nunca había visto en mi corta vida, la autoridad de la casa, el capitán más cruel cuando jugábamos a los piratas y el espadachín más hábil cuando jugábamos con las espadas de papel con mí hermano. Relataba sus aventuras de este lugar con castillos, barcos y gárgolas. De vez en cuando se mechaba algún que otro nombre, Toledo, Niza, Barcelona, Viena, Firenze, Paris….

El lema de la Revolución


En mi cabeza quedó resonando este lugar, cuando de repente la falda en la que hacía equilibrio se movió, y vi la cara de fascinación de Mamá al mencionarlo. Escuchaba palabras como el Panteón, Tullerias, Llamps Elise, que después al crecer me entere que era francés, que no tiene nada que ver con champiñones, y que se escribe Champs Elysees, y una torre, aparentemente muy famosa.


La conversación siguió, mis ojos como mis orejas se abrían cuando escuchaba las historias de esta tierra regada de historia. Y mi imaginación voló aun mas lejos cuando le toco el turno a las fotos, o mejor dicho diapositivas, estábamos a fines de los ochenta, y usábamos tecnología de punta. Entre las diapositivas había imágenes de todo lo que mencioné anteriormente, y hasta había fotos donde en el fondo se podía ver mujeres en pelotas en la playa, pensé que la gente no tenía suficiente plata para comprarse una malla entera en estos lugares. Pero entre las fotos había una en particular que me llamaba la atención. Una mina joven, en ese momento de pelo negro, con shorts y una boina rosa calada a lo 14 de julio, día de la revolución. Estaba sentada de brazos cruzados sobre las rodillas y con la mirada en el infinito, con una expresión de paz total, de serenidad, como si todo estuviese simplemente perfecto. No tarde mucho en clavar mi mirada sobre mi cabeza para ver a la misma mujer y la misma expresión. Y la abracé, fuerte. Quería estar en el lugar donde estaba ella en su cabeza, en ese lugar de paz y tranquilidad, en ese lugar perfecto.




Pasaron años hasta darme cuenta que ese era el Jardín de las Tullerias, París, ¿el lugar en su cabeza? tal vez donde esté ahora. Después de haber pasado por París, podría decir que es la puerta de entrada ideal para ese lugar perfecto. Y como siempre digo, lo que más recuerdo de los lugares, son las personas, y París fueron esos dos días paseando con Mamá por sus calles, parques y monumentos, tomando cafés, gastando suela, admirados por algunas cosas y desmitificando otras.
Museos, galerías y demás será para la próxima, esta vez sólo quería caminar la ciudad y tirarme debajo de ese enorme gigante de metal que parte el cielo de París en dos y que Mamá tanto amaba, para tomarme él café con ella, un café que nos debíamos.




Fue un paso rápido, pero obligado. Y justamente fue rápido porque estoy seguro de que voy a volver.
No sé si tengo que escribir algo más de París, lo más importante esta dicho.